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¡Los cuenta cuentos!

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CC Stefano Ciociola


Esta es una propuesta pensada para estudiantes de un nivel de dominio del español B1.2 en adelante, es una actividad que busca trabajar la expresión oral y la compresión auditiva. Aunque puede tener algunas variaciones y trabajar la expresión escrita y la compresión lectura.


En primer lugar, propongo aludir a los saberes previos de los estudiantes y el saber popular. Así que podemos preguntar si conocen la historia de “caperucita roja” o en ingles “little Red Riding Hood”, que en mi experiencia todas las nacionalidades con las que he trabajado, sí la conocen.


Para trabajar la expresión oral les pides a los estudiantes que reconstruyan los hechos de “caperucita roja” de forma oral y por frases o fragmentos, para que todos puedan participar y mantener la atención del grupo. Cuando hayan terminado les propones escuchar una de las muchas versiones alternativas de la historia de caperucita. Es una buena idea dar un poco de contexto de la nueva historia y explicar que es una conversación un poco caótica entre abuelo y nieto/a. Yo sugiero escuchar por primera vez el podcast solo, sin apoyo de texto, hablar de las cosas que se comprendieron y de las dificultades, y posteriormente permitirles escuchar una vez más y seguir la lectura del cuento.


Para finalizar, si se está trabajando en grupo, es posible hacer un cadáver exquisito.



A enredar los cuentos

Gianni Rodari


-Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla.

-¡No, Roja!

-¡Ah!, sí, Caperucita Roja. Su mamá la llamó y le dijo: “Escucha, Caperucita Verde…”

-¡Que no, Roja!

-¡Ah!, sí, Roja. “Ve a casa de tía Diomira a llevarle esta piel de papa”.

-No: “Ve a casa de la abuelita a llevarle este pastel”.

-Bien. La niña se fue al bosque y se encontró una jirafa.

-¡Qué lío! Se encontró al lobo, no una jirafa.

-Y el lobo le preguntó: “¿Cuántas son seis por ocho?”

-¡Qué va! El lobo le preguntó: “¿Adónde vas?”

-Tienes razón. Y Caperucita Negra respondió…

-¡Era Caperucita Roja, Roja, Roja!

-Sí. Y respondió: “Voy al mercado a comprar salsa de tomate”.

-¡Qué va!: “Voy a casa de la abuelita, que está enferma, pero no recuerdo el camino”.

-Exacto. Y el caballo dijo…

-¿Qué caballo? Era un lobo

-Seguro. Y dijo: “Toma el tranvía número setenta y cinco, baja en la plaza de la Catedral, tuerce a la derecha, y encontrarás tres peldaños y una moneda en el suelo; deja los tres peldaños, recoge la moneda y cómprate un chicle”.

-Tú no sabes contar cuentos en absoluto, abuelo. Los enredas todos. Pero no importa, ¿me compras un chicle?

-Bueno, toma la moneda.

Y el abuelo siguió leyendo el periódico.

FIN


Por

Mónica Toro

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